Inclusión y educación financiera, ¿cuál es el enfoque correcto?
Artículo escrito por Andrés Carriedo
Mucho se habla de la inclusión financiera, pero, ¿tenemos todos el mismo concepto de lo que es? Me explico: Según la definición del Banco Mundial es “el acceso y uso de diversos productos financieros útiles y asequibles para personas y empresas, garantizando su disponibilidad y accesibilidad”, y en México la CNBV la define como “el acceso y uso de servicios financieros formales bajo regulación apropiada, garantizando esquemas de protección al usuario”.
Podemos ver que hay una discrepancia entre ambas, la primera se enfoca a productos financieros y la segunda a servicios financieros, y esto no es poca diferencia. Lo que tienen en común es que ambas están construidas desde el lado de la oferta comercial y disponibilidad, pero ¿esto es inclusión? Por hacer una analogía, ¿regalar un Ferrari a alguien que no sabe conducir ni tiene licencia es incluirle a la carretera? ¿Y si además de esto no tiene ningún interés en manejar?¿El Ferrari cumple algún cometido real una vez vendido?
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Aquí es donde el enfoque es relevante y entran en juego otros elementos que están de moda, pero no suelen verse relacionados entre sí, y creo que tienen no sólo correlación, sino codependencia en su aplicación.
El siguiente concepto es Educación financiera. Según el Banco del Bienestar es “el proceso mediante el cual las personas adquieren conocimientos y habilidades para gestionar sus recursos económicos, mejorar su bienestar y tomar decisiones financieras informadas”. Y Según la Condusef, “la educación financiera capacita a las personas para administrar mejor sus recursos, incrementar y proteger su patrimonio”.
Enfoques distintos
Vemos aquí que una se enfoca en que las personas adquieren conocimientos y habilidades, mientras otra dice que se capacita a las personas, y aquí identificamos el sujeto activo de la educación de dos maneras: aprendo yo y en mi responsabilidad o se me capacita dentro diseño de los conocimientos de terceros.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021, que es el dato más reciente, sólo tres de cada cinco personas jóvenes tienen al menos un producto financiero formal, esto es: una cuenta, un crédito, un seguro o una Afore.
Particularmente, solo uno de cada 20 posee los cuatro tipos.
Estos datos son realmente bajos en un esfuerzo de bancarización, pero aquí no se vincula el dato con la educación financiera real de las personas, no sólo en cuanto a conceptos concretos, sino a un conocimiento de lo que implica la bancarización, la fiscalidad, el ahorro y la prevención para el retiro. En México, casi la totalidad de personas jóvenes mayores de edad hace uso del internet (95%), dato de 2022. De estos, la totalidad lo hace a través de un teléfono celular inteligente, mientras que menos del 20 % lo realiza por medio de una computadora de escritorio.
Pero aquí podemos pecar de un análisis sesgado de nuevo. Que alguien tenga acceso a internet ¿implica que una persona esté dispuesta a tener acceso digital a su banco o servicio financiero?, ¿de tenerlo se asegura que lo use de forma correcta y consciente, más allá de consultar saldo o que esté dispuesta a realizar operaciones desde el mismo dispositivo de manera completa y recurrente?
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